... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

Caligrafía Rubio con Sánchez Dragó

En mi anterior post aclaré que después de haber oído la cancioncilla de mi abuela me tuve que dedicar a crecer con esa historia tan original y ninguna más. Y si quería convertirme en un escritor de historias lo primero que tenía que hacer era aprender a escribir las palabras.

Así que, ni corto ni perezoso, me metí (me metieron a la fuerza en el cole, claro) entre pecho y espalda toda la colección de caligrafía de cuadernos Rubio (¡hasta 7º de EGB!) después de aprender que una A es una A, y se pronuncia A. Y así con todas las demás vocales y consonantes. Y luego todas mezcladas. Porque claro, el martirio de todos los días era:

- Niño, haz una página más del cuaderno o nunca aprenderás a escribir...

Y, ahora, con más de mi treintena de años yo me pregunto... ¿pero Rubio te enseña a escribir?. Pues sí, pero no te cuenta historias.

En 8º yo ya tenía una letra preciosa, faltaría más, y hacía la O (se pronuncia O) con un canuto divinamente (aunque nunca me hubiese fumado uno). Luego vino la Facultad y me guarreó mi preciosa letra. Esa es una verdad tan grande y poco original como que perdí la Fe en Cristo.

Y yo me pregunto:

Si Rubio enseña a escribir y hay escritores que lo han olvidado... ¿por qué no le recomendamos cuadernos Rubio a esos pobres escritores frustados?

Fernando, por bocazas, por caradura y, sobre todo, por tu maravillosa confesión, mereces abrir mi nueva lista de escritores frustrados. Bienvenido.

Mi abuela tuvo la culpa

"Angelito patudo
patitas de alambre
se cayó de una torre
y no se hizo sangre"

Hasta hace unos años yo lo desconocía pero ahora pienso que esto fue lo que hizo que mi imaginación se disparase y mi mente empezara a divagar por situaciones fantásticas, extrañas e inusuales.

Mi abuela tiene la culpa de la chispa. Es cierto que de pequeño yo tenía patitas de insecto... pero no de alambre, claro... y si me hubiese caído de lo más alto de una torre a buen seguro que hubiese perecido.

Ahora entiendo que con esta cancioncilla que mi abuela inventó para mí se estaba anticipando al Universo de Tim Burton y a toda su prole de freakies e incomprendidos que aparecen en su maravilloso libro La Melancólica Muerte de Chico Ostra... por ejemplo. Ahí queda eso.

La primera vez que oí la canción de su boca yo tenía 5 años... la última vez, también 5 años. De modo que la Parca no le dejó a mi abuela regalarme más genialidades como esa.

A partir de ahí me tocó crecer y más cosas, y entre ellas aprender a escribir, bueno... a identificar las letras y a unirlas para formar palabras; porque de ahí a que lleguen a formar literatura... de esa dificultad, y de muchos otros temas, hablaremos aquí.