... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

... Un Adiós Con Sabor A tequieros

foto: AdR

Esto ha ocurrido así. Todo así. Ya lo sabes, me pasan muchas cosas raras. Como de cuento:

"Hoy he hecho cosas que nunca hice. Me levanté a las 5 y conduje un coche de madrugada mientras el amanecer me pisaba los talones, luego monté en avión, me dormí, y una hora más tarde vagabundeé unas paradas por el metro de Madrid... y antes de entrar en la empresa me senté unos minutos en el banco de un parque esperando algo tuyo en el móvil.

Nada.

Y, sin tener nada que ver con eso, me dije: "Voy a cerrarlo. Sí".

Y mientras pensaba seguí caminando y paró un coche. Era un italiano y me contó que venía de una feria de la moda y que tenía que deshacerse de un par de trajes y un abrigo, que no podía llevárselos de vuelta, que yo tenía porte, que eran de mi talla, casi con total seguridad.

- No me creerás - me dijo con su acento del Véneto - pensarás que te voy a engañar... pero mira, puedes verlos, y las etiquetas, un certificado de autenticidad... todo. Tómalos.

Eran dos trajes y un abrigo de Armani. Auténticos, sí. De mi talla.

- Dime lo que puedes darme y son tuyos. Así, sin más.

Ni siquiera me sorprendí. Recordé que tenía doscientos euros en la cartera.

- Se lo agradezco pero... ¿sabe qué?... No los necesito.

Se quedó mirándome unos segundos, subió la ventanilla oscura de su coche y se fue".



Abandono Scriptoria.
No lo necesito.
En unos días lo cierro.
Y voy a dejar que pase el tiempo.
Yo seguiré escribiendo en mi nueva libreta, en mis manos, en mi cuerpo... y en tus ojos misteriosos. Ahí también. Este es mi modo de decirlo. Pero en ningún lugar más. Ni siquiera en vuestras casas. Lo siento.

¿Y quién sabe decirme si algún día mi Escritorio va a querer volver a abrir sus cajones y cuadernos? ¿Quién?

No lo sé, nadie lo sabe. Es que no lo entiendo... todavía tengo arena en los bolsillos.

Es Seda.

Gracias.
Besos a todos, y para ti... sólo para ti, aquel collar que engarcé en tu cuello.

La Línea Recta Que Nos Separa

foto: AdR

Mi libreta roja ya está acabada, llena de historias y cuentos, algunos aún por leer. Unos se quedarán allí encerrados y unos pocos te los he leído asomado al filo de tu almohada hasta que caíste dormida... bueno, te los he leído todos pero yo digo que son solo unos pocos porque me gusta usar este recurso literario que yo llamo deformación momentánea de la realidad. Porque pienso que queda bien. Así, puesto en palabras.

Ahora tengo una nueva libreta donde seguir escribiendo. Y ya puedo leer entre sus páginas las historias que todavía no he escrito en tinta negra.

Así que te pido perdón porque este primer cuento que he escrito en la libreta no es para ti, es para una mujer que todavía no conozco. Es como sigue:

"Estoy tumbado en una cama vestida de rojo. Abro mi libreta y cojo el trozo de tela plateado que hace de marcapáginas, ese que está cosido al borde del lomo. Y lo estiro hacia arriba con toda la elegancia y parsimonia de la que soy capaz, formando una línea recta y suave casi muerta, como de terciopelo de plata, como perdida en el tiempo en que no nos conocimos.

Y me quedo mirándola porque me gusta imaginar que es un camino que me lleva hacia ti para darte mis gracias desde el silencio que nos contempla.

Nuestras voces no han vivido nunca la una en la otra para comprender lo que han sufrido, lo que hayan amado...

Tú has visto cosas mías que no te he mostrado.
Yo he sentido un ser tuyo... lleno de vida. Lo amo.

Camino por el aire en la poca distancia que nos separa y, a veces, consigo llegar a ti, hasta el portal de tu casa.

No me ves, no me oyes... pero yo estoy ahí, observándote desde la puerta de tu cocina, viendo cómo preparas tu arroz al horno en cazuela de barro, y en tus manos se mueven los ingredientes de todo lo que has vivido.

He aprendido a llegar a ti por el fino hilo plateado que nace de mi libreta. Y eso seguiré haciendo.

En un silencio sin sombras.

Y en silencio te digo: gracias... y me vuelvo, y regreso a mi libreta, lento, para seguir escribiendo los cuentos que aún no tengo."

Mis Amigos Artistas

Tengo amigos artistas. Bueno, si nos paramos a pensar todos tenemos ¿no?. Y ellos, cuando leen mis textos me dicen que soy un escritor. Pero... no sé, escritor frustrado sí, puede ser, pero artista no. Para mí un artista usa algo más que las palabras sobre el papel. Y yo tengo amigos que no sólo usan palabras escritas.

En este post conocísteis a Jesús, que le puso voz a uno de los protagonistas de mis relatos en una de sus canciones. Una que regaló a su sobrina y no voy a poner hoy aquí, por ahora. Para mí un artista que ha estado enamorado tiene más probabilidades de crear una gran obra que cualquier otro artista que no lo haya estado. Y el tema "Happy Beat" es un ejemplo excepcional. Habla por sí sola.

Si queréis seguir la letra... la he puesto como comentario en la propia canción. Subid el volumen y pulsad Play :)




Juan Luis pinta, esculpe, dibuja... a buen seguro que sueña despierto miles de cosas. Pero, sobre todo, hace lo que más le gusta: Dibuja cómics. Inventa trazos sobre el papel con una facilidad que ya quisieran muchos profesionales. Y si no le ves sentado frente a ti abocetando alguna historia a veces se le va la cabeza y permanece ausente durante unos minutos, yo creo que es porque está dibujando con miradas, no sé si interiores.

¿Queréis ejemplos?:
Para mí ellos son grandes artistas. Envueltos en sus sombras, pero a mí me gusta más decir que están dormitando en sus Scriptoria. Y, de vez en cuando, salen de su letargo y nos muestran un pedacito, muy pequeño, de sus almas.

Y luego también están mis amigos de siempre. Todos unos verdaderos artistas. Porque han tejido las mayores obras que uno puede crear en vida: tienen hijos.

La Hora del Baño

fuente foto: AdR

- Niño, agarra bien a tu hermana, no se vaya a resbalar. Tu padre os va a sacar una foto.

Y ahí estaba yo. Soportando los chapoteos de la niña, que ponía todo perdido cada vez que se metía en al bañera. ¿A que es una ricura? Pues no tanto.

Con 7 años yo tenía una pequeña máquina de juegos. Era de plástico y ni siquiera iba a pilas sino que le dabas cuerda, pulsabas un resorte y aquello se ponía a funcionar. Tenías que manejar con una palanca un coche y sortear los obstáculos que venían de frente, cada vez a más velocidad. Fijaos qué tontería, así me pasaba yo las horas muertas, jugando.

Hasta que llegó el día en que a mi hermana se le ocurrió la idea de tirarla por la ventana.

Yo estaba viendo la tele. Se acercó despacito. Me miró, miró a la máquina... y en lo que dura un parpadeo la niña emprendió una endiablada carrera con ella hasta la ventana del dormitorio de mis padres. Y la máquina voló al vacío. ¡Vaya que si voló!. Me quedé sin habla. Pero... ¿cómo ha llegado la niña al filo de la ventana?.

Llamé con un grito a mi madre y mi hermana me miró sonriendo y señalando a la ventana.

"Niña, hija, eres Belcebú" pensé.

Me asomé y allí, sobre el asfalto, estaba mi juguete. Hecho trizas. Fin de la diversión. Y pensar que le hacía caso a mamá cuando tú tenías solo unas semanas y me decía:

- AdR, ve a ver a tu hermana a la cuna, pero despacito, en silencio ¿eh?. Sin correr. Y fíjate si está dormiíta.

Y allí iba yo de puntillas para no despertarte, y volvía a la cocina y le decía a mamá:

- Sí, mamá. Está dormía.

Bueno, pero miradla en la foto. Miradla bien. ¿A que está blanca? Es que siempre ha sido así. Se le veía en la oscuridad... como si tuviera un vestido puesto. Desde nuestros momentos en el baño han pasado tantas cosas... Hemos tomado caminos diferentes y dentro de poco te vestirás de blanco y se te verá más luminosa y radiante. Y yo estaré allí para verte. Somos iguales... pero una cosa sí que ha cambiado. Yo creo que ahora es mamá quien te dice a ti:

- Niña, de vez en cuando, ten cuidaíto con tu hermano, anda. Agárralo bien... no se nos vaya a resbalar otra vez. Ahora sí... papá, saca la foto.

Una Forma Diferente de Besar

fuente foto: AdR

Nunca he visto a mis abuelos maternos besarse en los labios. En la cara sí, y en la frente, pero en los labios... nunca, que yo recuerde.

Mi abuelo M. era de un pueblo de Sevilla, y desde pequeño trabajó en la mina. Así que se llevó de allí la fuerza y la dureza que te tragas al vivir más de diez horas diarias bajo el polvo y las piedras.

...Y ver muchas penurias.

Luego se bajó a Cádiz, conoció a mi abuela y antes de trabajar en los Astilleros tuvo un par de negocios. Uno era el de la foto de arriba, el otro una tasca en el barrio. Allí se reunían todos a tomar algo, y a jugar a las cartas y al dominó repartiendo unas risas.

Mi abuelo era muy serio. Si le llevabas la contraria en algo en que tuviera razón se te quedaba mirando como si te fuese a inculcar todas sus enseñanzas en unos segundos de mirada contenida. Y yo le mantenía esa mirada... no podía hacer otra cosa, era su nieto y tenía que aprender de él.

Llegó un día en que la madre de mi abuela murió, yo tenía 15 años, y ella, mi abuela, volvió a casa una mañana tras el funeral, después de haber estado fuera casi dos días completos, velándola. Entró en el salón arrastrando por el suelo su cara de pena y pesar desmedido y sin lágrimas. Se paró enfrente de mi abuelo, como esperando algo, y él, que ya le costaba levantarse del sillón y no había podido acompañarla en esas horas, le dijo:

- Ven, ven... siéntate aquí. A mi lado.

Y señaló el hueco del sofá que yo siempre dejaba vacío entre él y yo. Ella se sentó diciendo:

- Pues nada, hijo... ya descansó.

Y entonces él... él le regaló una mirada que viajó de sus ojos oscuroscasinegros para perderse en el alba azul de los de ella, y se quedó a vivir allí, en la ternura de los besos y caricias que se habían dado en los años que yo no estaba.

Me levanté y cuando andaba por el pasillo para entrar en mi cuarto me paré frente al espejo que había en la mitad del trayecto y me miré en él. Y comprendí que yo tengo los ojos de mi madre, ella la mirada de mi abuelo pero además, aquel día, el espejo me devolvió el reflejo de lo que me acababa de enseñar mi abuelo: su forma de besar... con los ojos.

Un Tiempo Congelado

foto: AdR

"He estado en una casa donde los relojes se habían parado. Bueno, no del todo, los relojes se movían, pero para ellos, para ellos solos. Porque yo los miraba y no me decían nada. Eso ocurrió al principio, luego sí que me decían cosas. Me daban la hora inexacta de un tiempo pasado, de un tiempo que había quedado muerto en el olvido de una esperanza que un día albergó una mujer en su seno.

Y aquella esperanza no se puede leer en las horas de las miradas perdidas, ni en la poca distancia que nos separa.

Me quedaba mirando el reloj de la cocina y sus manecillas muertas. La corta parada en las once, la larga en y diez y el segundero, reticente en su impulso... cerca de menos cuarto. Y me pregunté qué habría pasado en aquel momento. Qué habría visto el reloj para que quedase fulminado de esa forma, asustado su tiempo y congelado en la pared de esa cocina bañada por el resplandor de una luna estancada en un menos cuarto creciente.

Caminé por el pasillo y en un salón con flores invisibles había otro reloj.

Parado. A destiempo.

Con otro tiempo colgado, pero este no había muerto del todo, sino que agonizaba en el lecho de un segundero persistente que se agarraba a la vida, al halo que suspiraba en el aire que compartíamos. Y se oía ese aire... se oía el segundo lento y medio muerto...

Tic, tac...

Y la manecilla bailaba su penitencia en el mismo sitio. Y su dueña, igual de penitente... pero tumbada en el sofá, con los ojos entrecerrados, como soñando algo imposible de creer y asimilar en ese segundo congelado.

Salí de allí, salí rozando los bordes de los relojes parados y me asomé a un balcón desnudo, ahogado... y solitario. Y miré hacia abajo, y en un patio encerrado había un limonero abandonado, suspendido en ese tiempo olvidado. Y sus frutos desprendían efluvios de una soledad remota y eterna.

Petrificada.

Y era la misma que los relojes habían recogido en las esferas blancas de sus cuerpos castigados.

Pero había un algo más en ellos...

Y entonces una ráfaga de viento salado ascendió desde el limonero y me trajo el perfume de aquello que los relojes habían presenciado... y comprendí que no habían quedado varados por recoger un suceso terrible, o atormentado, sino que languidecieron por ser testigos de excepción de un primer beso con miel, sonriente y apasionado.

Así que cerré los ojos y me quedé a vivir allí, amando.

Amado".