... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

Jura de Bandera

foto: AdR (ligero efecto de óleo sobre lienzo)

Os lo conté en un comentario de un post. Que a mi querido tío J. (de casi 60 años) le dio por hacer juramento ante la bandera de la Madre Patria. Eso no me lo podía perder, claro. Y como hacía falta un coche para llevarles a todos me ofrecí voluntario. Os recuerdo que mi tío J. es sordomudo.

- Venga, niño, arranca que no podemos llegar tarde.
- Tía L., ponte el cinturón.
- Ah, claro, es para que no te multen ¿no?
- No, es por tu seguridad, debes saber que yo no bajo de los 150 por hora en carretera y no quiero que vayas pegando botes en el asiento trasero.
Me mira como si me fuese a dar una estocada y me dice:
- La madre que te trajo, niño. A mí no me corras que te arrío ¿eh?.

(Me encanta gastarle estas bromas. Me lo permite, soy su sobrino favorito de doce totales)

Nos ponen en la tribuna VIP porque el marido de una de mis primas tiene mano en esto de la Marina y allí iba mi tío a que le pasaran la bandera por la cara. Una caló que no veas.

Mi tía: Mira a tu tío... la madre que lo parió, míralo, allí va él.
Mi prima: Me parto. AdR, cógelo por cámara.
Yo: Sí, sí... pero ¿Por qué dicen izquierda derecha y nadie se mueve? No lo entiendo.

Y luego para dentro, unas mesas con abundante comida y bebida.
- Niño, aquí vamos a estar con los generales, capitanes y blah blah blough blaugh bleg. (A veces se olvida que su hermano me ha dado una educación excelente).
- Tía L., no te preocupes, venga, va... ahora que no mira nadie... saca el tupper, el jamón está de vicio.
- Niño, bligh blagh blugh blog (eso mismo, tengo un blog y no tenéis ni idea de que existe).

A todo esto un General salió, no me explico cómo, de detrás de todas las cruces y medallas que le adornaban el pecho, y se fue directo para mi tío J. Le saludó y le dio la enhorabuena efusivamente y mi tío le empezó a hacer gestos y el señor de los colgantes creyó que estaba ante Chaplin.

Ya de vuelta cruzamos en mi coche el puente de Cádiz y mi tío me contaba que él había trabajado desde pequeño en lo que se veía a la derecha de la carretera.
- Así es - decía mi tía L.-, allí trabajó tu tío. Él nunca ha tenido nada, hijo. No le bautizaron, no fue a la escuela, no pudo hacer la primera comunión... toda su vida trabajando. Toda.

Y yo le miraba y él asomando una sonrisa por sus labios, con su diploma en la mano y el pisacorbata que le habían regalado luciendo al frente. Me imaginé a mi tío trabajando en las salinas de El Trocadero. Desde temprano, desde pequeño. La sal y la luz pegadas a su piel. Y él en mitad de una nube de gaviotas y cormoranes y de los flamencos de cuellos bailarines y altos.

Bajé la ventanilla para que el viento de El Trocadero alborotase nuestras cabezas y sonreí en lugar de perder una lágrima.
- ¡Salinero! Cuádrese. Salude... Descanse. Rompa filas.

La Caja de Cuentos

Hoy quiero contaros la historia de la Caja que hay en la estantería de libros de Scriptoria.

"Una tarde entré en una tienda de antigüedades orientales, sin ninguna intención, quizás porque me vino el olor a madera añeja y a polvos de maquillaje derramados sobre ella. Os miento, adoro los objetos del Lejano Oriente. Por la tienda había mesas, sillas, armarios y estanterías. A mí me gustan las cosas pequeñas y austeras. Así que me perdí por la tienda hasta toparme con ella:


Abrí sus cajones con toda la delicadeza de la que podía hacer alarde y me perdí por sus líneas de caligrafía impresa. Luego me miré en el espejo escondido que guardaba celosa, en el mismo que cincuenta años atrás podría haberse maquillado alguna mujer con aires de princesa.

Coloqué la llave del cerrojo en su sitio y la dejé como la había encontrado, no sin antes susurrarme que en su interior podría albergar más de cien cuentos volcados en un vientre de madrugadas en vela y tés calientes.

Lo inventé todo para poder seguir viviendo mis sueños y salí de la tienda.

Pasaron noches de semanas solitarias en las que pensaba en la caja de cuentos. Y yo me decía: "si ha de ser para estará cuando vaya a verla". Un día decidí hacer un viaje, y la tarde antes volví a entrar en la tienda. No estaba en su sitio, así que comencé a dar vueltas, buscándola. El dependiente preguntó algo y yo no le hice caso. Vagaba a mi ritmo por el cambiante laberinto de muebles. Hasta que me paré y le dije:

- Buscaba una caja que... - mientras dibujaba su tamaño y formas en el aire, con mis manos.

Entonces la vi. Le sonreí, me pareció que ella también lo hacía al verme. Me acerqué y susurré: "Me has esperado". Y la rocé en un costado de su cuerpo. Luego abrí un cajón para oler su perfume. El dependiente dijo:

- Con cuidado, por favor. Es una pieza hecha a mano.
- Claro. Dígame cuánto le doy por ella.

Y me dijo un precio que me pareció irrisorio para el significado que había adquirido para mí. Antes de sacar el dinero me quedé un poco más soñando en sus líneas. Y cuando la sostuve en alto y la rodeé con mis manos sentí el candor de algún llanto lejano, uno de medio siglo aplacado entre amores perdidos, caricias de oriente y algunos espasmos.

- Será un regalo especial ¿verdad? - preguntó el dependiente mientras me miraba y la envolvía en papel burbuja.

Pagué en efectivo y la puse con cuidado en mi bolsa. Cuando salí me encontré respondiéndole:
- No sabe usted cuánto... no lo sabe."

*La historia de esta caja está formada por teselas de un mosaico inacabado. Si quieres saber más sobre ella, y sobre lo que guarda, puedes leer:
- Prisionera en tu Caja China (en Scriptoria)

Hoy he soñado...

"Hoy he soñado que llegaba a tu casa,
que los pliegos de mis escritos eran tus sábanas,
y me acunabas en tus brazos de porcelana,
y yo acariciaba tu cuerpo con mi hilo de plata.

Hoy he soñado que te hacía el amor sin palabras".

foto de aquí

Escena nº 1 en Nuestro Mundo Paralelo

Desearía encontrarte en un mundo paralelo al que vivimos. Que fuese tan real como éste y que en ese mundo sólo existiese lo que ahora voy a contarte, sólo esto:

"Que no hubiesen nubes en el cielo, que fuese un cielo claro, abierto y celeste y que el mar estuviese cerca pero no pudiera verse, pero sí tragarnos su sal como muchas veces yo he probado, ansioso, a puñados de la tuya.

Que yo fuese caminando por un campo verde e inmaculado de hierba fresca y alta, reluciente por el rocío caído de una madrugada despierto sin poder verte.

Y distinguir en el horizonte un punto, un diminuto punto que va acercándose a mí a cada paso del tiempo... sólo para descubrir más tarde que eres tú, que llegas con los brazos cruzados por un frío nocturno que te ha calado hasta los huesos, y ha puesto al descubierto todo de ti, aquellas cosas de las que todavía no me he enamorado.

Que al mirarnos se levantara un viento invernal que peinara los campos ondulantes y tu cabellera negra y larga, danzarina.

Entonces yo me acercaría a ti y...
... ¿lo recuerdas?"

Escena nº 2 en Nuestro Mundo Paralelo


Look into my eyes and you'll see I'm the only one
You've captured my love

Stolen my heart

Changed my life

Everytime you make a move

You destroy my mind

And the way you touch

I lose control and shiver deep inside

You take my breath away

You can reduce me to tears

With a single sigh

Every breath that you take -

Any sound that you make

Is a whisper in my ear

I could give up all my life for just one kiss
I would surely die
If you dismiss me from your love

You take my breath away

So please don't go

Don't leave me here all by myself

I get ever so lonely from time to time

I will find you

Anywhere you go,
I'll be right behind you

Right until the ends of the earth

I'll get no sleep till I find you to tell you

That you just take my breath
away
I will find you...etc

I'll get no sleep til I find you to
tell you when I've found you - I love you

Escena nº 3 en Nuestro Mundo Paralelo

"Amantes". Imagen reproducida con permiso de la autora: Nicoletta Tomas Caravia

Mi Viento

foto: AdR

(Pulsad Play si queréis pero oíd esta bulería de mi tierra muy bajito. No quiero que se pierdan las voces y el viento de las protagonistas de este recuerdo)
Cuando mi abuela estaba viva yo subía todos los días por su portal hasta el segundo para verla. A veces me la encontraba con la puerta abierta y hablando con sus vecinas. En muchas ocasiones el viento que se colaba por los balcones mezclaba los olores del potaje de una casa con la lechuga fresca de otra, de las lentejas de una con el del tocino y la ternera estofada de la otra. Eso ya se ha perdido.

Las vecinas de mi abuela me conocen desde que ella decidió mostrarme en el descansillo de la escalera como si fuera uno de los trofeos que ganaba mi abuelo jugando al dominó.

Juana es pequeñita, menuda, delgada y risueña. Todo lo pequeña, menuda, delgada y risueña que puede ser una mujer de casi ochenta años que baja a diario a hacer la compra y que ha tenido nueve hijos y ha dejado cuatro por el camino. Miento, tiene más ilusión por la vida que muchos de nosotros juntos. Su voz es aspirada y aguda, y le imprime una ligereza inaudita. Si a eso le unes el fuerte acento de la tierra... ocurre que muchas veces te resultará imposible averiguar lo que te está preguntando. Yo la entiendo porque la mujer lleva haciéndome las mismas preguntas desde hace más de doce años:

- Angelito ¿ya está tú aquí? ¿Ya tas venío? ¿Pa siempre? ¿Tas venío pa siempre?.
- ¿Cómo está usté, Juana? (dos besos) He venío a cogé un poquito de viento. ¿No cree usté que pa siempre hay mu pocas cosas?.
- Sí, que es verdá, hijo. Haces bien en venirte. ¿Y por allí qué? ¿To bien?.
- To mu bien, Juana.
- Ea, po yasta... Tú está mu bien ¿eh?.
- ...
- Anda, que si yo fuera moza joven te me iba a escapá tú (jajajaja).

Cada vez que bajo y la veo me saca una sonrisa de los ojos. Y eso sólo lo sabía hacer mi abuela. Yo creo que eso es porque todavía oigo sus carcajadas, aquellas de cuando yo subía para verla y me las encontraba a las dos riendo en el descansillo, con las puertas abiertas y aquel delicioso viento flotando entre nosotros:

- Aquí viene mi nieto - decía mi abuela.

A eso sigo viniendo, Juana, a coger un poquito del viento que ella me daba. Pa siempre... eso sí queda pa siempre.

Lucía y Yo



Fotografía reproducida con permiso de su autora: Jimena Almarza.

Las tardes de los jueves las paso en la cafetería de la esquina. Bajo con mi Moleskine y mi pilot negros y escribo mientras me tomo un café. Estaba inmerso en algo de mi novela y entonces entró ella. Me quedé boquiabierto, era la primera vez que la veía. Le hice un gesto con la mano y su sonrisa iluminó el local. Se sentó en la silla que estaba libre. Frente a mí.

- Hola Lucía... vaya... eres preciosa.
- Gracias - dijo apartando un mechón de pelo de su cara.
- No sé. Estoy impresionado.
- ¿Por qué? Tú me has creado ¿no?. Me tienes escrita.
- Lo sé... pero, verás, cuando empecé a escribirte pensaba en la chica a la que nunca besé, mi primer amor, ya sabes. Tomé cosas de ahí para crearte - dije mientras jugueteaba con mi taza-. Pero... ahora que te tengo cerca, lo veo todo muy claro. No eres aquella chica. Eres ella.
- Vaya, no sé qué decir. Soy una sorpresa, entonces.
- ¿Sabes una cosa? Ahora que estoy acabando tu historia... debería sentir que te pierdo, pero nada más lejos. Te llevo muy dentro.

Ella siguió sonriendo, sin decir nada. Luego se inclinó y me dio un beso suave en los labios. Era un roce casi imperceptible pero yo lo sentí como la caricia de aquel primer beso que siempre quise dar y yo me había guardado. Entonces el tiempo se paró. No podía moverme, el camarero se quedó a mitad de camino de servir un café, la luz permaneció quieta y el aire dejó de respirar, pero... ella gozaba de plena libertad, etérea. Movió los labios y dijo algo que no pude oír en ese tiempo. Sonrió, salió de la cafetería y se llevó la elegancia con la que entró.

En cuanto ella se marchó el tiempo que había quedado congelado volvió a fluir. Yo seguiría sintiendo su beso durante años, sin duda. Cada tarde del jueves vuelvo a la misma mesa, me siento en la misma silla, tomo mi café y, cuando salgo, como si de un halo ceremonioso se tratara, me embriago del rastro del perfume que dejó Lucía en aquel tiempo congelado. Y antes de salir llega a mis oídos lo que me dijo en un susurro: "Cuídate, mi querido Escritor".

Cada tarde del jueves...

Nota : Huelga decirlo pero... Lucía es un personaje de mi novela.

El Agujero Del Tiempo

foto: google

El Agujero del Tiempo. Este es el título de un cuento que escribí nada más cerrar Scriptoria a finales de Marzo. Al principio iba a ser un cuento corto que quedaría bien en un post o dos. Pero luego me di cuenta que era un relato que debía escribir John Steven Rimbauld.

Os explico. Cuando escribí El Relojero de Maine (2004) inventé el personaje de Rimbauld, un escritor norteamericano de cuentos del siglo XIX. En el relato sólo lo nombraba, y lo inventé con el pretexto de que fuese el autor de una serie de cuentos que tenía en mente. Así que El Agujero del Tiempo es una narración que destila la pluma de J. S. Rimbauld. Al ser tan extenso, seis páginas en Word, he decidido colgarlo como una página web para que lo leáis (si tenéis ganas, claro). Lo saco a la luz porque este relato no hubiera sido posible, tal cual es, sin el apoyo de estas 3 personas:

- Pati. Por ayudarme a encontrar las cosas que se quedaban dentro del agujero; y por decirme que es un cuento de tapa dura.

- Asun. Por darme los ánimos necesarios para acabarlo y por decirme que estoy maravillosamente loco.

- Jesús. Sin él este cuento no hubiera sido el mismo. Gracias por contarme cuando te adentraste en un bosque y por la recomendación musical para la lectura. Es perfecta. Buena parte del misterio de este cuento es de tu cosecha.

Os pongo aquí el "Preludio a La Siesta de un Fauno". La música debe empezar a sonar cuando las niñas del cuento empiecen a oírla. Que tengáis una buena lectura.... J. S. Rimbauld seguirá escribiendo.

Lee El Agujero Del Tiempo

Prisionera en tu Caja China

Me viste sobre tu cama,
rocé tu almohada,
quisiste mirarme y beberme desde el interior de mis palabras,
sin tocarme con tus brazos, en tu gracia, con tus yemas de nácar.

Te quise gozar tumbada en mis páginas.
A jazmín y a azahar huele tu casa,
cuando paseas por ella yo te miro pausada,
siguiendo tus historias, guardándolas en tus sábanas.

Te acuesto de noche, te arropo en palabras,
de cuentos lejanos, de historias a lágrimas.
Me quedo contigo, prisionera en caja.

En tu caja oriental me vas a soñar...
dormida en un pequeño cajón
de caligrafía impresa, y con besos forrada.